Exposición Homenaje por su centenario

del 29 de septiembre al 30 de octubre de 2023

 

Que se dice de él

"Extraordinario dibujante, de aguda retina y mano segura, el mérito principal de Herrero consiste en haber superado, dominado, la sequedad, la dureza, y la frialdad del procedimiento para, a fuerza de sensibilidad, lograr lo que a muchos —y no malos— artistas se les ha quedado en puro intento frustrado, convertirlo, ennobleciéndolo, en vehículo artístico que, en determinados momentos, puede competir ventajosamente con los tradicionales y de tanta solera como pueden ser el carbón, la sanguina o la tinta"

(De Hierro) 14-05-1968

Entrando en Ávila. 1981. Óleo sobre lienzo.

En la Sala de Exposiciones, treinta y dos cuadros grises, como treinta y dos novelas de Baroja, profundos, como versos de cualquier poeta vasco que se llame Unamuno o Blas de Otero".

 

J. ATIENZA (De la Gaceta del Norte) 4-06-1969

Calle de Granada.1974. Flomaster sobre papel

La Magia del Trazo

Aún recuerdo con admiración y cariño aquella época de principio de los años setenta durante la cual tres nombres llenaban el panorama pictórico abulense y sus exposiciones constituían verdaderos acontecimientos artísticos en nuestra ciudad.

Estos tres hombres eran Antonio González Minguez "BRUJA", el nunca olvidado Hilario Muñoz y José Luis Herrero.

Por otra parte ya terminaba sus estudios la hornada formada por don Guillermo Saúco en la antigua Escuela de Artes y Oficios, de los que poco o casi nada se sabía en nuestra ciudad.

No sé si impulsados por el costumbrismo de don Antonio Sánchez Caro o por las maneras de época estos pintores abulenses y en concreto don José Luis Herrero practicaban o reflejaban en sus lienzos muchas de las formas y maneras de vida o costumbres de los abulenses, haciendo hincapié principalmente en notas del pasado más próximo o en lo pintoresco de los hombres y mujeres de nuestros pueblos.

No creo que nadie haya hecho una disección tan minuciosa de nuestra muralla, de las eras y carros de nuestros pueblos o de las calles más típicas de Avila.

José Luis Herrero en aquellos días muy centrado en la técnica del flomaster, con la que ha conseguido maravillas, era el más prolijo y se permitía el lujo de que se le copiara. Y transformó las costumbres decorativas y los gustos particulares de los abulenses. El logró que casi todas las casas abulenses tiraran a la basura aquellos aburridos y monótonos calendarios para dar paso a la magia del trazo colgando un cuadro de José Luis Herrero.

Ahora vivimos otros tiempos y éstos han traído otros gustos y otras formas de ver la pintura, pero mucho se lo debemos al esfuerzo titánico, a la tremenda voluntad de perfección que Herrero puso en sus cuadros.

Con el paso del tiempo volvemos a enfrentarnos con otra exposición de José Luis Herrero. Ahora ya con otros modos, con otras técnicas con otros formatos e, incluso, con otros marcos en las obras que se podrán contemplar. Pero seguiremos admirando la magia del trazo de Herrero.

 

ANTONIO CARRERA 1983

 

Viernes de Mercado. 1989. Acuarela sobre papel.

José Luis Herrero presintió que era precisamente sacando a flote la línea, como se sacaría a flote el alma de León; intuyó que desposeer a la Geometría del color y de la luz que lo envolvían era dejar a estos elementos como trasfondo de la línea pura, protagonista (por enraizada ya) de las cosas del paisaje, que así fijaba el escueto perfil de un León esencial.

Por eso el Museo Asturicense de los Caminos, adquirió una obra suya, expresión de lo que fue el "Camino de Santiago" para el León peregrinante. Por eso la Diputación leonesa incorporó cinco de sus cuadros a la gran pinacoteca provincial en formación. Es un León en fuerte línea de Flomaster el que José Luis Herrero nos trae en sus manos. Un León que por un momento salta a Madrid y se acoge a las paredes amigas de la Casa de León para, desde aquí, abrir ante las gentes de España toda su alma en carne viva, entregándonos su pura alucinación nostálgica.


LUIS ALONSO LUENGO (Diario de León) 26-12-1966

Cimborrio de la Catedral. 1989. Plumilla sobre papel.

La Realidad y la Invención

Renovadamente, José Luis Herrero transita por la pintura con el mismo entusiasmo de siempre, acercándonos lo que su vivir apartado y silencioso ha ido elaborando, lentamente, con la precisión y la justeza del artesano que ama la materia y la transforma en arte,

¿Con qué pasión se acerca este pintor a las cosas, y las lleva al papel o la tela, y dibuja la cotidianidad de nuestra ciudad o la memoria de sus sueños lejanos? ¿Con qué densidad de amor se acerca a los pinceles sobradamente conocidos por él, consumados en sus manos con la densidad del hacedor de paisajes y misterios? La respuesta nos la dicta José Luis Herrero en cada instante, pintada en la proximidad de su vida y nuestra vida, de tal manera que nada nos es ajeno, que cada luz suya es nuestra luz, participando en esencia, y que cada trazo limpio y sugestivo es un gesto también de nuestra vida, porque el pintor lo sabe alimentar con toda la grandeza precisa para emocionar. El arte debe ser tan vibrante que la emoción surja, salte, se impulse desde la comunicación de todo aquello que va intrínseco en su lenguaje. Comunicar como don, como regalo que el artista hace con generosa verdad, con silencio revivido, con verdad desde adentro. Y en este aspecto, la obra de José Luis Herrero es ejemplar y es modelo de autenticidad: su capacidad creativa desde el manejo de la plumilla, por ejemplo, es la del antiguo y legendario escribano de las plazas y los cosos, notario de la vida, como él, ligero y seguro de que cada gesto queda asentado para siempre en la razón del espacio y de la realidad.

Porque renovadamente este pintor abulense viene a poner su gota de visión plástica del mundo, la gota de inteligencia que tanto precisa el hombre de hoy, perdido en sus laberintos, la mota de verdad que un mundo como el nuestro necesita para no naufragar en más oscuridades. Cada vez se hace más necesario el acercamiento a las cosas próximas donde el ser humano se asoma para encontrarse, para conocer sus raíces, para no perder su identidad. Y en este sentido, José Luis Herrero nos recuerda en cada exposición, en cada nuevo cuadro, esa cercanía de lo que nunca muere en los brazos del tiempo, de lo que retorna como melancolía sucesiva y nos coima de no sé qué emociones. El arte que debe ser comunicación y gozo, vida y presencia testimonial de soledad creativa, encuentra en José Luis Herrero un aliado permanente, más cercano que nadie, intensamente cronista romántico y costumbrista de nuestras cosas, capaz, muy capaz de trasgredir lo que le rodea para meterse en su mundo donde habitan los sueños, la serenidad de quien contempla, una y otra vez, el mismo río pero que siempre es consciente de que las aguas son distintas.

Ahora, una vez más, renovadamente, llega hasta nosotros para dejarnos un silencio más, un Ávila más, un paisaje más, con el magisterio de quien ya ha vivido en el secreto abismal de los pinceles.


JOSÉ MARÍA MUÑOZ QUIRÓS 1995