Del 4 al 18 de Octubre de 1991

José Luis Herrero

Hay imágenes reconocibles con un primer golpe de vista, imágenes que están asentadas en nuestros sentidos inconfundiblemente, porque desde niños nos hemos habituado a convivir con ellas, y forman parte de una educación y de una cultura, y sin saberlo, y sin descubrirlo, están en la base y en el centro de nuestra sensibilidad primera.

Esto sucede con el mundo dibujado de José Luis Herrero, y sucede así desde que, posiblemente vimos un primer cuadro del artista, hace muchos años ya, en una de sus múltiples exposiciones, y se nos quedó posado en no se qué lugar del corazón, en algún rincón de la memoria, desde entonces nos es tan familiar con la misma realidad soñada y amada del pintor, como la misma Ávila o los paisajes que salieron de su mano en línea sutil y viva.

Aunque ha pasado tiempo, aunque las corrientes del arte han caminado por infinitos derroteros, José Luis Herrero sigue latiendo en sus nuevas y siempre permanentes maneras de llegar, equilibrado en sus hallazgos y en sus pensamientos, sintiendo siempre la ciudad con irrenunciable amor, buscando nuevas esquinas de la vida, nuevos rincones de la piedra, nuevas emociones del tiempo y sus contornos.

51 Óleos

15 Acuarelas

8 Flomaster

4 Dibujos

12 Plumillas

Ahí están sus paisajes abulenses que quieren ser de la materia de los encantamientos, bien fijados en La visión de lo que espera siempre ser reproducido, pero huyendo de la terrible repetición, de la mecánica rutina

Bien sé que el artista se sabe las cosas de memoria, y las podría dibujar con tos ojos cerrados, bien sé que tan grabado lleva su deambular por estas cosas que no hace falta ya mirar nada para construirlo todo.

La plumilla es casi una caricia sobre el papel, un dejarse volar por la líneas secretas de la memoria, por la evolución del pulso en sus perfiles y en sus desvelos, y va naciendo una ligereza deforma, un encantamiento suave, como brizna o como seda, y en sus desliz se apresura el trazo magistral que no se duda, que no hay que dudar porque sería la destrucción del empeño. La plumilla es la delicadeza de la minuciosidad, donde todo vale, donde sólo lo expresado es lo necesario.

Gran maestro es José Luis Herrero del flomaster. y lo es por su incansable manera de vivificarlo, de traspasar la dureza del trazo hasta lo inquietante, sin desasosiego, sin prisas, creando cielos y figuras y paisajes urbanos, y espadañas y luces que van naciendo de esa generosa constelación de lo oscuro. El flomaster ha llegado a ser para el pintor una compañía de su mano, una necesidad de su impulso, caminando con sus propios derroteros. 

El alcance de José Luis Herrero es la crónica y la ritual pasión de Ávila en su obra. El óleo, la acuarela, el flomaster, la plumilla o cualquier otra técnica, las pone siempre el artista al servicio de su melancolía de Ávila, de su imaginación un poco enamoradiza, un poco apasionada cuando se tiene que vestir de la luz y de la piedra gris y de oro de la ciudad, y bien lo sabe este artista que, cuando me le encuentro paseando por Ávila, siempre me pregunto qué nuevos rincones estará buscando, qué melancolías habrá hoy descubierto en esta clara mañana de azul y de extraño silencio.

JOSÉ Mª. MUÑOZ QUIRÓS

"Diario de Ávila" (29-07-1990)

Cartel Exposición Ávila 1991

Catálogo Exposición Ávila 1991